El ciclo hidrológico
o ciclo del agua es el proceso de circulación del agua entre los distintos
compartimentos que forman la hidrosfera. Se trata de un ciclo biogeoquímico en
el que hay una intervención mínima de reacciones químicas, porque el agua casi sólo
se traslada de unos lugares a otros o cambia de estado físico.
El agua de la Tierra
se encuentra en su mayor parte en forma líquida, en océanos y mares, como agua
subterránea, o formando lagos, ríos y arroyos en la superficie continental. La
segunda fracción, por su importancia, es la del agua acumulada como hielo sobre
los casquetes glaciares antártico y groenlandés, con una participación pequeña
de los glaciares de montaña de latitudes altas y medias, y de la banquisa.
Por último, una
fracción menor está presente en la atmósfera, en estado gaseoso (como vapor) o
en estado líquido, formando nubes. Esta fracción atmosférica es muy importante
para el intercambio entre los compartimentos para la circulación horizontal del
agua, de manera que, se asegura un suministro permanente de agua, a las
regiones de la superficie continental alejadas de los depósitos principales.
El agua de la
hidrosfera o hidrósfera procede de la desgasificación del manto, donde tiene
una presencia significativa, por los procesos del vulcanismo. Una parte del
agua puede reincorporarse al manto con los sedimentos oceánicos de los que
forma parte cuando éstos acompañan a la litosfera en subducción.
El agua existe en la
Tierra en tres estados: sólido (hielo o nieve), líquido y gaseoso (vapor de
agua). Océanos, ríos, nubes y lluvia están en constante cambio: el agua de la
superficie se evapora, el agua de las nubes precipita, la lluvia se filtra por
la tierra, etc. Sin embargo, la cantidad total de agua en el planeta no cambia.
La circulación y conservación de agua en la Tierra se llama ciclo hidrológico,
o ciclo del agua.
El ciclo hidrológico
está dividido en dos ciclos: el ciclo interno y el ciclo externo. El ciclo
interno consiste en lo siguiente: El agua de origen magmático, formada mediante
reacciones químicas en el interior de la tierra, sale a través de volcanes y
fuentes hidrotermales y se mezcla con el agua externa. Se termina cuando el
agua de los océanos se introducen por las zonas de subducción hasta el manto.
Cuando se formó, hace
aproximadamente cuatro mil quinientos millones de años, la Tierra ya tenía en
su interior vapor de agua. En un principio, era una enorme bola en constante
fusión con cientos de volcanes activos en su superficie. El magma, cargado de
gases con vapor de agua, emergió a la superficie gracias a las constantes
erupciones. Luego la Tierra se enfrió, el vapor de agua se condensó y cayó
nuevamente al suelo en forma de lluvia.
El ciclo hidrológico
comienza con la evaporación del agua desde la superficie del océano. A medida
que se eleva, el aire humedecido se enfría y el vapor se transforma en agua: es
la condensación. Las gotas se juntan y forman una nube. Luego caen por su
propio peso: es la precipitación. Si en la atmósfera hace mucho frío, el agua
cae como nieve o granizo. Si es más cálida, caerán gotas de lluvia.
Una parte del agua
que llega a la superficie terrestre será aprovechada por los seres vivos; otra
discurrirá por el terreno hasta llegar a un río, un lago o el océano. A este
fenómeno se le conoce como escorrentía. Otro porcentaje del agua se filtrará a
través del suelo formando acuíferos o capas de agua subterránea, conocidas como
capas freáticas. Este proceso es la infiltración. De la capa freática, a veces,
el agua brota en la superficie en forma de fuente, formando arroyos o ríos.
Tarde o temprano, toda esta agua volverá nuevamente a la atmósfera, debido
principalmente a la evaporación.
Un aspecto a destacar
en el ciclo hidrológico es su papel en el transporte de sustancias: La lluvia
caída disuelve y arrastra sales hacia el mar, donde se concentran y precipitan.
Los sedimentos formados entran en los ciclos geológicos diagenéticos. En su
conjunto el ciclo hidrológico se puede considerar como una operación de
lixiviado a escala planetaria.
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