
Muchos
científicos, que estudian la naturaleza de forma más específica y organizada,
también comparten la idea de que la naturaleza es hermosa. El matemático
francés Jules Henri Poincaré (1854-1912) dijo:
El
científico no estudia la naturaleza porque es útil, sino porque le cautiva, y
le cautiva porque es bella.
Si
la naturaleza no fuera hermosa, no valdría la pena conocerla, y si no valiera
la pena conocerla, tampoco valdría la pena vivir. Por supuesto, no me refiero
aquí a la belleza que estimula los sentidos, la de las cualidades y las
apariencias; no es que la desdeñe, en absoluto, sino que ésta nada tiene que
hacer con la ciencia. Me refiero a la belleza más profunda, la que procede del
orden armonioso de las partes y que puede captar una inteligencia pura.

Unido
a ello quisiera destacar a los poetas románticos del siglo XVIII, que cantaron
al amor y la belleza salvaje de nuestro entorno en boca y pluma de excelsos
creadores como Gustavo Adolfo Bécquer o Lord Byron.
Del
sentimiento romántico, trágico y natural surgió la idea del jardín inglés, un
lugar verde y paradisíaco en el que las líneas rectas y estructuras perfectas
dejan paso al crecimiento vegetal por obra de la madre naturaleza, sin formas
definidas más que las meramente creadas por el supuesto azar y el destino.
Sin
embargo, un jardín romántico poco cuidado es un lugar de espectacular belleza
en el que se puede comprender mejor por qué ocurre todo, observando que nada es
casualidad y todo es entendible, tal como decía Albert Einstein.
Muchos
científicos, que estudian la naturaleza de forma más específica y organizada,
también comparten la idea de que la naturaleza es hermosa. El matemático
francés Jules Henri Poincaré (1854-1912) dijo:

Si
la naturaleza no fuera hermosa, no valdría la pena conocerla, y si no valiera
la pena conocerla, tampoco valdría la pena vivir. Por supuesto, no me refiero
aquí a la belleza que estimula los sentidos, la de las cualidades y las
apariencias; no es que la desdeñe, en absoluto, sino que ésta nada tiene que
hacer con la ciencia. Me refiero a la belleza más profunda, la que procede del
orden armonioso de las partes y que puede captar una inteligencia pura.

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