NATURALEZA

viernes, 9 de junio de 2017

Arte En La Naturaleza

Los artistas han encontrado en la naturaleza el espacio ideal para dar rienda suelta a su creatividad, el Land Art. A su vez, también surge una nueva vía para la sensibilización medioambiental, para que el público redescubra el paisaje y se sienta parte de él.
A finales de los años sesenta del siglo pasado, surge en Estados Unidos un movimiento artístico que estará íntimamente unido a la naturaleza: el Land Art o Arte de la Tierra. Materiales como piedras, hojas y ramas, elementos como el viento, el agua o el fuego, o acciones como excavar o dibujar en la arena, forman parte de la puesta en escena de una reinterpretación de los paisajes intervenidos.



Se crea así un nuevo lenguaje, con las mismas letras de su alfabeto, pero sin modificar la armonía natural del lugar. El soporte, el escenario es el propio paisaje, casi siempre espacios remotos, de difícil acceso en algunos casos. Estos paisajes transformados son obras de un tamaño considerable, y muchas veces es indispensable trasladarse al lugar para contemplarlas.

Obras efímeras, que desaparecen bajo los efectos de la erosión del viento, el agua o el tiempo. El artista no pretende su perdurabilidad y prefiere su desmaterialización o desinstalación. El trabajo queda registrado a través de imágenes fotográficas, grabaciones en vídeo, bocetos y dibujos. Así pues, en un principio esta forma de expresión artística niega el destino museístico de la obra, pero las imágenes y los bocetos acaban expuestas en los circuitos convencionales de arte. Uno de los objetivos es acentuar ese lugar concreto en el paisaje, pero aportando huellas de la presencia humana en la tierra.
La intervención en la Naturaleza

Artistas representativos como David Nash, Christo y Jeanne-Claude, Nils-Udo, Mike MacDonald, Ana Mendieta o Patrick Dougherty, intervienen el medio natural con sus creaciones, envolviéndolo, manipulándolo, añadiendo artilugios mecánicos, o utilizando su propio cuerpo. Mike MacDonald, por ejemplo, planta jardines que atraen a las mariposas en los jardines de museos y galerías de toda Norteamérica. De esos proyectos jardineros surgen posteriormente obras de vídeo con una fuerte carga de sensibilización.
Patrick Dougherty trenza con ramas de eucalipto, olmo o sauce, recogidas de los paisajes cercanos, estructuras-habitáculo que nos transportan al mundo de las hadas. En sus cobijos vegetales la naturaleza salvaje se esconde y encontramos pájaros y otros seres vivos.
En cuanto a la obra de Christo y Jeanne-Claude, los embaladores por excelencia, trabajan en lugares que han sido previamente gestionados por y para seres humanos como el envoltorio del Pont Neuf en París (The Pont Neuf wrapped, 1975-85.)
La acción y el pensamiento del artista se traslada al espacio natural, mezclando su obra con este escenario tan particular, haciendo de él algo artificial, reinterpretando una parcela de tierra, bosque o desierto antropomorfizandolo, creando un artificio de la naturaleza al mismo tiempo que un vínculo.

El arte es un buen vehículo para la expresión de ideas, para la denuncia, para la reflexión profunda. Las intervenciones en el paisaje nos miden con él, en ocasiones nos facilita conocer qué nos iguala y que nos distancia de la naturaleza, qué pieza somos en ese paisaje. Nosotros, como espectadores de las obras, reflexionamos sobre su ubicación, sobre su sentido, y la descontextualización de sus contenedores y circuitos tradicionales nos hace reflexionar sobre nuestro asedio al medioambiente.
El ser humano es colonizador, devastador y despilfarrador de los recursos naturales. Hemos construido una gran barrera entre el hombre y el medio natural y esas intervenciones in situ, en espacios descontrolados a merced del proceso lógico de erosión y deterioro, son como un tributo a pagar por nuestra especie ante tanta invasión reiterada. Como ofrendas, el artista representa en ese particular teatro una obra dedicada a los ojos del paisaje.

El arte de la tierra nos reúne de algún modo con nuestra esencia, despierta en el espectador el placer de observar, sentir y tocar el entorno, nos sensibiliza medioambientalmente. La acción directa en el medio natural produce un choque, la perplejidad del espectador que no espera el encuentro. Poco nos sorprendemos ya al toparnos con edificaciones descomunales en lugares usurpados a la naturaleza; son desgraciadamente para nuestra retina un elemento previsible en el hueco ocupado, y casi nos sorprende más una acción artística en un bosque!.


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