Cada año hay en torno a 600
desastres naturales importantes (según los estándares humanos) a nivel mundial
en áreas habitadas por seres humanos. Además de los sucesos extraordinarios,
los incendios y las inundaciones ocurren con frecuencia, y ponen en peligro las
vidas de los animales a lo largo del mundo. Desde el punto de vista de los
animales no humanos, en particular los pequeños, los desastres llegan de manera
más dura y rápida de lo que lo hacen para los seres humanos. Por ejemplo, las
fuertes lluvias pueden provocar que un río salga de su cauce de una manera que
es menos dañina para los seres humanos, pero que produce serios daños a los
animales de la zona. Incluso si tenemos en cuenta solamente los desastres que
afectan también a las poblaciones humanos, el número de pérdidas de animales
excede ampliamente a la de seres humanos sencillamente porque estos últimos son
más. Sin embargo, en situaciones de desastre, los seres humanos son
generalmente los únicos tenidos en cuenta, si bien esto está empezando a
cambiar. A veces las necesidades de los animales salvajes son pasadas por alto
porque están fuera de nuestra vista y nuestra mente, pero muchas personas
piensan que lo que sucede a los animales que viven en la naturaleza no es
asunto nuestro, y que no deberíamos “interferir en la naturaleza”. Quienes
piensan esto tienen normalmente la idea de que deberíamos preocuparnos de los
ecosistemas naturales, pero no de los animales individuales. En algunos casos,
solamente son rescatados los miembros de determinadas especies que son
consideradas valiosas porque su número es reducido o por alguna otra razón,
pero no otros animales.
Sin embargo, cuando los animales
están sufriendo y muriendo en la naturaleza debido a desastres naturales,
ayudarlos no es algo malo en absoluto. Si pensamos en los animales salvajes
como individuos, y no meramente como componentes de ecosistemas, resulta obvio
que ayudarlos es lo mejor que podemos hacer por ellos. Sabemos que otros seres
humanos y animales domesticados pueden beneficiarse de nuestra ayuda en dichas
situaciones, y no hay razón para esperar que los animales salvajes sintientes
son diferentes al respecto.
Se han documentado algunos casos de
rescates de animales después de desastres naturales. Un gran número de animales
fue rescatado durante las inundaciones masivas a lo largo de Australia en 2011
y 2013. En muchos casos esto no requirió acciones heroicas por quienes
rescataron a los animales. Se encontraban a los animales salvajes, o sabían
dónde estaban e iban a cogerlos, en bote o llevándolos consigo. No eran hazañas
extraordinarias, y en situaciones como estas es posible muy a menudo dar ayuda
a los animales salvajes cuando lo necesitan. Sin embargo, en muchos casos los
animales salvajes en situación de necesidad no son ayudados porque los seres
humanos eligen no ayudarlos. Son normalmente dejados por completo a su suerte
tras los desastres naturales.
Animales domesticados
Durante los desastres naturales, los
animales usados por seres humanos como comida, trabajo u otros fines son
normalmente abandonados o matados, para evitar hacerse cargo de los mismos y
para prevenir la transmisión de enfermedades. Incluso los animales que viven
en viviendas con seres humanos suelen enfrentarse a esto. En algunos casos, las
autoridades obligan a las personas a dejar atrás a los animales en sus casas
cuando son rescatados, pasando por alto su desesperación por salvar a los
animales. Durante los desastres, la mayoría de centros de evacuación
(incluyendo los centros de evacuación de la Cruz Roja) no aceptan animales no
humanos, a menudo debido a que las leyes lo prohíben. Esto supone que se suele
dejar morir a estos animales. Quienes son responsables de las evacuaciones
durante desastres naturales se posicionan a menudo en contra de llevar animales
rescatados a los centros alegando que así se protege a los seres humanos contra
posibles riesgos.2 Aunque ha habido algunos cambios en Estados Unidos desde el
Huracán Katrina, en la mayoría de lugares dichas políticas continúan siendo
aplicadas pese a que las encuestas muestran que quienes viven con animales no
humanos no quieren dejarlos atrás, incluso si esto supone rechazar el rescate.
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